Meditación y negocios
Una de las formas más efectivas de combatir el estrés propio del mundo de los negocios actual es la práctica de la meditación.
Podemos definir la meditación como el acto de entrar en un estado mental de tranquilidad, relajación y abandono, en donde no hay pensamientos o, al menos, éstos son muy pocos, pero que en donde siempre estamos conscientes.
La práctica continua de la meditación nos permite combatir el estrés, pues nos hace personas más tranquilas y serenas, y nos hace reaccionar mejor ante los momentos de tensión; pero además de ayudarnos con el estrés, son muchos otros los beneficios que nos brinda la meditación, entre los que podemos destacar:
- mayor energía tanto física como mental, lo cual a su vez nos hace sentir mejor, con más energía y vitalidad.
- mayor acceso a intuiciones, por ejemplo, que nos permitan saber la verdad sobre algo o cuál es la mejor decisión a tomar.
- mayor optimismo y menos propensión a caer en emociones negativas tales como la preocupación o el miedo.
- mayor confianza en uno mismo.
- mayor creatividad, inspiración y claridad de pensamiento.
- mayor memoria, concentración y capacidad de aprendizaje.
Se suele pensar que meditar es algo difícil que solo está reservado a personas que disponen de bastante tiempo libre o que viven en las montañas o en el campo; sin embargo, lo cierto es que meditar se trata de algo sencillo que cualquiera de nosotros puede hacer si tenemos la voluntad para ello.
En primer lugar debemos buscar un lugar tranquilo y silencioso en donde meditar. En realidad podemos meditar en cualquier lugar, ya sea en nuestra oficina, en un vehículo de transporte público, o incluso en la calle al caminar, pero mientras más tranquilo y silencioso sea el lugar que elijamos más fácil se nos hará tranquilizar nuestro cuerpo y nuestra mente, y así entrar en un estado meditativo. Algunos lugares propicios para meditar podrían ser una habitación tranquila y silenciosa o un lugar en la naturaleza.
En cuanto al momento indicado para meditar, podemos también hacerlo en cualquier momento del día, pero lo recomendable es hacerlo bien temprano en la mañana al despertar o, en todo caso, bien entrada la noche antes de dormir, o durante el atardecer, debido a que son momentos en donde solemos estar más tranquilos y relajados.
Luego de haber encontrado un lugar y un momento adecuado para meditar, debemos ponernos en una posición cómoda. Tal como en los casos anteriores, podemos meditar en cualquier posición que queramos, pero mientras más cómoda sea nuestra posición, más podremos relajar nuestro cuerpo y así nuestra mente. Una postura recomendada es sentarnos con las piernas cruzadas y recogidas, la espalda recta (de tal manera que podamos respirar bien), y con los dedos pulgar e índice juntos (de tal manera que ello capte nuestra atención y así nos ayude a parar nuestro diálogo interno). No es recomendable meditar estando echados pues corremos el riesgo de quedarnos dormidos.
Luego de habernos puesto en una posición cómoda, debemos cerrar los ojos. También es posible meditar con los ojos abiertos, por ejemplo, para enfocar nuestra vista en algo, pero mejores resultados se suelen tener con los ojos cerrados, ya que así podemos relajarnos y concentrarnos mejor.
Luego de haber cerrado los ojos, podemos empezar por realizar unas cuantas respiraciones lentas y profundas que nos ayuden a relajarnos, inhalando el aire por la nariz y exhalándolo por la boca o igualmente por la nariz, para luego mantenernos realizando respiraciones lentas y profundas aunque ya no con la intensidad inicial.
Y luego de haber hecho unas cuantas respiraciones lentas y profundas, debemos intentar evitar tener pensamientos, para lo cual existen diversas técnicas que nos pueden ayudar con ello, las cuales básicamente tienen como objetivo enfocar nuestra atención en algo, y así parar nuestro diálogo interno; entre las que podemos destacar:
- enfocar nuestra atención en nuestros pensamientos: como una ayuda para lograr ello, podemos observar cómo éstos van surgiendo y luego cómo se van desvaneciendo.
- enfocar nuestra atención en nuestra respiración: como una ayuda para lograr ello, podemos imaginarnos inhalando energía y luego exhalando nuestras tensiones o preocupaciones.
- enfocar nuestra atención en un mantra o en un sonido: el cual puede ser un sonido que emitamos nosotros al momento de exhalar (un sonido común es «om»), o un sonido que escuchemos a lo lejos.
- enfocar nuestra vista en algo: puede ser un punto en la pared o cualquier otra cosa. Mejores resultados tendremos si se trata de algo que llame bastante nuestra atención.
- hacer una cuenta regresiva: contar desde 100, 50, 10, etc., hasta 0. A medida que utilicemos esta técnica con el tiempo bastará contar del 3 al 0 para relajarnos.
Cada persona suele tener una técnica que mejores resultados tiene en ella, por lo que es recomendable que vayamos probando una a una todas las técnicas, hasta encontrar la que mejores resultados tenga en nosotros, pudiendo también combinar varias técnicas en una misma sesión de meditación, por ejemplo, empezar enfocando nuestra atención en nuestra respiración, y luego en un sonido.
Asimismo, para mejores resultados es recomendable variar con el tiempo la técnica utilizada, por ejemplo, un tiempo usar la técnica de la respiración, y luego cuando ya no tenga el mismo efecto en nosotros, cambiar a la técnica de escuchar un sonido. Esto teniendo en cuenta que nuestro cuerpo siempre termina por acostumbrarse, y una técnica con el tiempo podría dejar de tener los mismos resultados que presentaba al principio.
En cuanto a la frecuencia, duración y profundidad de la meditación, mientras mayor sea la frecuencia, la duración y la profundidad, mejores resultados tendremos. Si hay que poner un mínimo, podríamos decir que lo recomendable es practicarla por lo menos una vez al día durante cinco minutos.
Puede que debido al ritmo acelerado en el que vivimos, adquirir la disciplina necesaria para meditar parezca algo difícil sino imposible, pero solo es cuestión de tener un poco de voluntad e irse poco a poco acostumbrando a su práctica; por ejemplo, podemos empezar meditando unos 5 minutos, y luego ir aumentando el tiempo a 10 minutos, luego a 15, luego a 30, etc.; o empezar realizando varias meditaciones poco profundas durante el día, por ejemplo, mientras caminamos rumbo a algún lugar, y luego hacer una sola meditación al día, pero en un lugar, un momento y una postura adecuados.
Mientras más practiquemos la meditación, más fácil se nos hará entrar en un estado meditativo la próxima vez que lo intentemos (pudiendo con el tiempo hacerlo en cualquier momento, incluso en momentos de tensión), permaneceremos más tiempo en él, y alcanzaremos niveles más profundos.
Finalmente, si se nos hace difícil adquirir la disciplina necesaria para meditar o conseguir un estado meditativo, podemos acudir a centros o talleres de meditación que seguramente encontraremos en nuestra localidad, escuchar audios de meditación guiada, o escuchar audios relajantes (por ejemplo, conformados por sonidos de la naturaleza o melodías suaves) que nos ayuden a alcanzar nuestro objetivo.